Gandhi
Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz.
La convocatoria anunciada para este 27 de noviembre en nuestro país por las ministras Manuela García (Trabajo), Nidia Vílchez (Mujer) y Mercedes Araoz (Producción) sugiere cierto tono de comicidad a la Marcha que encabezan. Una marcha que pretende ser por “la paz”.
La paz es el deseo de la convivencia social, es el anhelo de todo un pueblo. Un anhelo que se vulnera cuando los gobernantes cuyo poder quieren fortalecer, estimulan en su pueblo ideas fratricidas con reiterados mensajes de nacionalismo promoviendo la guerra. La paz duradera en un Estado es uno de los más grandes objetivos que éste persigue. Es pues, la principal motivación de su política y la principal orientación en su legislación y sistema de gobierno.
La paz como fin social o como fin político es condicionada por el hombre de Estado que suele decir: “Para mantener la paz, hay que prepararse para la guerra”. Cuando el poder ciega al hombre hasta la locura, lo transforma en un ser que subyuga, que hiere y mata, que condiciona la paz social a su mandato.
Perú no es un pueblo pacifista, aspira a serlo. Y no lo será mientras permita la injusticia y todo acto indigno en el actuar político, económico y social del Estado y de su pueblo. El “armamentismo” responde a la ideología de los países partidarios del incremento progresivo de su poder militar. Cuestionable realidad cuando tal poder es el objetivo fundamental de un país “democrático”.
Solo amando la paz es posible convertirla en el ideal de un pueblo. La política de la no violencia propuesta por Gandhi solo puede provenir de seres en cuyo interior buscan la paz. La paz no se impone, y mucho menos se mantiene por tratados, promesas, palabras, o por la fuerza. La paz viene de la comprensión de la naturaleza de los hombres, del fin trascendente que los une, del reconocimiento y corrección de los propios errores. Solo es posible manejar la energía de la paz a través de la unidad y de la no violencia.
Perú no se arma, pero esta actitud no le hace pacífico necesariamente. Simplemente, en lugar de elegir “invertir en armas”, se ha preferido “invertir en acciones contra la pobreza” y se asegura “a favor del pueblo”. Afirmación que algunos peruanos creerán y muchos otros cuestionarán.
Convocar a esta marcha de parte del gobierno a través de tres de sus representantes femeninas, ninguna de ellas “expresión de paz”, crea un halo de “show” a un acto que debiera ser significativo para todos los peruanos y que sin embargo no lo es. ¿Para quién entonces tiene significado esta supuesta “Marcha por la paz”?.
Caminar juntos en nombre de la paz significa acoger a todas las posiciones políticas, ideológicas, sin distinción de sexo y de edad, donde todos los peruanos se preocupen por el futuro del ser humano, por reivindicar su dignidad. Paz supone vivir con serenidad, con derechos y deberes para todos los ciudadanos, con educación, con un trabajo digno, donde los ancianos sean considerados con justicia, donde la libertad de opinión se respete.
Utilizada esta ocasión para medir la aceptación de algunos personajes, se suman a ella alcaldes distritales de Lima, gremios sindicales y organizaciones sociales como los comedores populares y los clubes del programa de Vaso de Leche. De pronto, ya no es por la paz, sino por el “patriotismo nacional”.