
Ante este panorama, es cada vez más necesario centrar la “dignidad humana” como el elemento principal de reflexión ética para la acción de ser humano, y muy especialmente en todo el ámbito de la comunicación. Hoy, gran parte de nuestra vida está bajo la influencia de instrumentos y medios de la comunicación.
Una vez finalizadas las jornadas laborales, las personas van en busca de los programas misceláneos de la televisión, o van al cine. Por su parte, niños y jóvenes luego de los estudios pasan horas frente al Televisor, en los video juegos o chateando en Internet. Sin lugar a dudas, esta nueva comunicación es la clave en la cultura actual, y está generando una nueva forma de relación e interacción entre las personas de distintos ámbitos del quehacer diario como son: la vida familiar, los espacios comunitarios, trabajo y la vida cultural.

He aquí que desde una dimensión sociológica y perspectiva psicológica, los medios son modeladores de la realidad social, donde el surgimiento de un nuevo paradigma cultural se impone a través de la culturización que promueven. De este modo, la ética se presenta como una reflexión crítica en torno a la configuración del propio ser junto con los otros y ante los otros. En este sentido, la ética es una intención de vida buena con y para los otros, en instituciones justas.
¿Hasta qué punto la actual comunicación permite a nivel comunitario la autorrealización junto con otros, y en el caso de la persona, le permite un modo de ser que a su vez le signifique ser felices y vivir y convivir con sentido?.

Al mismo tiempo que van apareciendo casos de corrupción empresaria privada y pública, mundialmente se observa una tendencia a un mayor nivel de aproximación entre la empresa y la sociedad. Ello conlleva al concepto de responsabilidad social organizacional que, de alguna manera, refleja el resurgimiento de los valores éticos en la sociedad y manifiesta la necesidad de las empresas de involucrarse a través de sus iniciativas con la sociedad civil.
De esta forma, se alternan las visiones de los agentes económicos alejándose o acercándose a valores morales y éticos, íntimamente ligados a las distintas culturas y corrientes del pensamiento. El desafío ético es desarrollar nuevos valores que aseguren que a una mayor eficiencia económica corresponda una mayor eficiencia social.
Nuestro país está inmerso en un sistema carente de conducta ética y, en ocasiones, el mismo sistema poco transparente estimula a algunas organizaciones a tomar actitudes poco éticas. Actuar éticamente puede tener un costo en el corto plazo, pero en el largo plazo actuar éticamente aumentará la competitividad y conseguirá aportes de nuevos inversores.

La corrupción es éticamente inmoral, pues reasigna recursos generando mayor inequidad y pobreza. En el ámbito público ello genera mayor endeudamiento y distracción de recursos. Desde el punto de vista corporativo, la falta de ética también genera reasignación de recursos que, si bien podrían generar beneficios de corto plazo, terminan afectando la reputación de las corporaciones y, con ello, la factibilidad de recibir flujos de inversión para incrementar su competitividad en beneficio de la sociedad en la que operan.
Los problemas éticos como el respeto a las audiencias, el modo de llamar la atención, publicidad y verdad, la apología del mal, las relaciones comerciales/laborales y otros, nos plantean la relación que se da entre medios, agencias y anunciantes, donde en último extremo se considera la comprensión de las audiencias.
Demostrando con ello la poca importancia que se le da a la dignidad humana y a la responsabilidad social de la comunicación. Es importante reiterar que lo que esperan de nosotros es satisfacer las expectativas de todos los actores empresariales y, para ello, tenemos que anticiparnos y conocerlas adecuadamente. Los accionistas por supuesto quieren la máxima rentabilidad, pero también exigen transparencia en la gestión.
Nuestros empleados necesitan oportunidades de desarrollo profesional, mediante meritocracia y, asimismo, nuestro compromiso es potenciar el sentimiento de orgullo de formar parte de nuestra empresa. Nuestros proveedores y socios esperan –y esperamos de ellos– establecer relaciones de aportación recíproca y de respeto mutuo. Y, finalmente, la sociedad espera que contribuyamos al desarrollo sostenible en la mejora del entorno social, en un marco de respeto total por los derechos humanos, el medio ambiente y la seguridad.
BIBLIOGRAFÍA
Codina, Mónica, (2004). De la Ética desprotegida. Ensayos sobre deontología de la comunicación.
Codina, Mónica, (2004). De la Ética desprotegida. Ensayos sobre deontología de la comunicación.
2 comentarios:
Quizás debiéramos replantearnos el sentido de lo humano para actuar en consecuencia: si los valores son materializados por la tecnología todo lo demás se posiciona en un lugar inmediatamente inferior a la misma. Rescatar al hombre de la tecnologización despiadada será la dura tarea que comenzará con la toma de conciencia de ¿qué estamos haciendo con nosotros mismos? y ¿y qué hacemos con nuestros recursos naturales?
Me ando surrando
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